viernes, 26 de abril de 2013
viernes, 19 de abril de 2013
Biografia
Sigismund Freud, que, a los veintidós años, habría de
cambiar ese nombre por el de Sigmund, nació en Freiberg, en la antigua
Moravia (hoy Príbor, Checoslovaquia), el 6 de mayo de 1856. Su padre fue
un comerciante en lanas que, en el momento de nacer él, tenía ya
cuarenta y un años y dos hijos habidos en un matrimonio anterior; el
mayor de ellos tenía aproximadamente la misma edad que la madre de Freud
-veinte años más joven que su esposo- y era, a su vez, padre de un niño
de un año. En su edad madura, Freud hubo de comentar que la impresión
que le causó esta situación familiar un tanto enredada tuvo como
consecuencia la de despertar su curiosidad y aguzar su inteligencia.
En
1859, la crisis económica dio al traste con el comercio paterno y al
año siguiente la familia se trasladó a Viena, en donde vivió largos años
de dificultades y estrecheces, siendo muy frecuentes las temporadas en
las que, durante el resto de su larga vida (falleció en octubre de
1896), el padre se encontraría sin trabajo. Freud detestó siempre la
ciudad en la cual, por otra parte, residió hasta un año antes de su
muerte, cuando, en junio de 1938 y a pesar de la intercesión de
Roosevelt y Mussolini, se vio obligado, dada su condición de judío -sus
obras habían sido quemadas en Berlín en 1933-, a emprender el camino del
exilio hacia Londres como consecuencia del Anschluss, la anexión de
Austria al rancio proyecto pangermanista de la Gran Alemania, preparada
por los nazis con ayuda de Seyss-Inquart y los prosélitos austriacos.

Freud en su estudio
La
familia se mantuvo fiel a la comunidad judía y sus costumbres; aunque
no fue especialmente religiosa; al padre cabe considerarlo próximo al
librepensamiento, y el propio Freud había perdido ya las creencias
religiosas en la adolescencia. En 1873, finalizó sus estudios
secundarios con excelentes calificaciones. Había sido siempre un buen
estudiante, correspondiendo a los sacrificios en pro de su educación
hechos por sus padres, que se prometían una carrera brillante para su
hijo, el cual compartía sus expectativas. Después de considerar la
posibilidad de cursar los estudios de derecho, se decidió por la
medicina, aunque no con el deseo de ejercerla, sino movido por una
cierta intención de estudiar la condición humana con rigor científico. A
mitad de la carrera, tomó la determinación de dedicarse a la
investigación biológica, y, de 1876 a 1882, trabajó en el laboratorio
del fisiólogo Ernst von Brücke, interesándose en algunas estructuras
nerviosas de los animales y en la anatomía del cerebro humano. De esa
época data su amistad con el médico vienés Josef Breuer, catorce años
mayor que él, quien hubo de prestarle ayuda, tanto moral como material.
En 1882 conoció a Martha Bernays, su futura esposa, hija de una familia
de intelectuales judíos; el deseo de contraer matrimonio, sus escasos
recursos económicos y las pocas perspectivas de mejorar su situación
trabajando con Von Brücke hicieron que desistiese de su carrera de
investigador y decidiera ganarse la vida como médico, título que había
obtenido en 1881, con tres años de retraso.
Sin
ninguna predilección por el ejercicio de la medicina general, resolvió
adquirir la suficiente experiencia clínica que le permitiera alcanzar un
cierto prestigio, y, desde julio de 1882 hasta agosto de 1885, trabajó
como residente en diversos departamentos del Hospital General de Viena,
decidiendo especializarse en neuropatología. En 1884 se le encargó un
estudio sobre el uso terapéutico de la cocaína y, no sin cierta
imprudencia, la experimentó en su persona. No se convirtió en un
toxicómano, pero causó algún que otro estropicio, como el de empujar a
la adicción a su amigo Von Fleischl al tratar de curarlo de su
morfinomanía, agravando, de hecho, su caso. En los círculos médicos se
dejaron oír algunas críticas y su reputación quedó un tanto
ensombrecida. En 1885, se le nombró Privatdozent de la Facultad de
Medicina de Viena, en donde enseñó a lo largo de toda su carrera,
primeramente neuropatología, y, tiempo después, psicoanálisis, aunque
sin acceder a ninguna cátedra.
La obtención de una
beca para un viaje de estudios le llevó a París, en donde trabajó
durante cuatro meses y medio en el servicio de neurología de la
Salpêtrière bajo la dirección de Jean Martín Charcot, por entonces el
más importante neurólogo francés. Allí tuvo ocasión de observar las
manifestaciones de la histeria y los efectos de la hipnosis y la
sugestión en el tratamiento de la misma. De regreso a Viena, contrajo
matrimonio en septiembre de 1886, después de un largo noviazgo jalonado
de rupturas y reconciliaciones como consecuencia, en especial, de los
celos que sentía hacia quienquiera que pudiese ser objeto del afecto de
Martha (incluida su madre). En los diez años siguientes a la boda, el
matrimonio tuvo seis hijos, tres niños y tres niñas, la menor de las
cuales, Anna, nacida en diciembre de 1895, habría de convertirse en
psicoanalista infantil.
Poco antes de casarse, Freud
abrió una consulta privada como neuropatólogo, utilizando la
electroterapia y la hipnosis para el tratamiento de las enfermedades
nerviosas. Su amistad con Breuer cristalizó, por entonces, en una
colaboración más estrecha, que fructificaría finalmente en la creación
del psicoanálisis, aunque al precio de que la relación entre ambos se
rompiera. Entre 1880 y 1882, Breuer había tratado un caso de histeria
(el de la paciente que luego sería mencionada como «Anna O.»); al
interrumpir el tratamiento, habló a Freud de cómo los síntomas de la
enferma (parálisis intermitente de las extremidades, así como trastornos
del habla y la vista) desaparecían cuando ésta encontraba por sí misma,
en estado hipnótico, el origen o la explicación. En 1886, luego de
haber comprobado en París la operatividad de la hipnosis, Freud obligó a
Breuer a hablarle de nuevo del caso y, venciendo su resistencia
inicial, a consentir en la elaboración conjunta de un libro sobre la
histeria. Durante la gestación de esta obra, aparecida en 1895, Freud
desarrolló sus primeras ideas sobre el psicoanálisis. Breuer participó
hasta cierto punto en el desarrollo, aunque frenando el alcance de las
especulaciones más tarde características de la doctrina freudiana y
rehusando, finalmente, subscribir la creciente convicción de Freud
acerca del papel desempeñado por la sexualidad en la etiología de los
trastornos psíquicos.
En 1896, luego de romper con
Breuer de forma un tanto violenta, Freud empezó a transformar la
metodología terapéutica que aquél había calificado de «catarsis», basada
en la hipnosis, en lo que él mismo denominó el método de «libre
asociación». Trabajando solo, víctima del desprecio de los demás
médicos, el tratamiento de sus pacientes le llevó a forjar los elementos
esenciales de los conceptos psicoanalíticos de «inconsciente»,
«represión» y 'transferencia'. En 1899, apareció su famosa La interpretación de los sueños, aunque con fecha de edición de 1900, y en 1905 se publicó Tres contribuciones a la teoría sexual,
la segunda en importancia de sus obras. Estos dos fueron los únicos
libros que Sigmund Freud revisó puntualmente en cada una de sus
sucesivas ediciones.
Hasta 1905, y aunque por esas
fechas sus teorías habían franqueado ya definitivamente el umbral de los
comienzos y se hallaban sólidamente establecidas, contó con escasos
discípulos. Pero en 1906 empezó a atraer más seguidores; el circulo de
los que, ya desde 1902, se reunían algunas noches en su casa con el
propósito de orientarse en el campo de la investigación psicoanalítica,
fue ampliado y cambió, incluso, varias veces de composición,
consolidándose así una sociedad psicoanalítica que, en la primavera de
1908, por invitación de Karl Gustav Jung, celebró en Salzburgo el Primer
Congreso Psicoanalítico. Al año siguiente, Freud y Jung viajaron a
Estados Unidos, invitados a pronunciar una serie de conferencias en la
Universidad Clark de Worcester, Massachusetts, comprobando con sorpresa
el entusiasmo allí suscitado por el pensamiento freudiano mucho antes
que en Europa. En 1910 se fundó en Nuremberg la Sociedad Internacional
de Psicoanálisis, presidida por Jung, quien conservó la presidencia
hasta 1914, año en que se vio obligado a dimitir, como corolario de la
ruptura fallada por el mismo Freud en 1913, al declarar improcedente la
ampliación jungiana del concepto de «líbido» más allá de su
significación estrictamente sexual. En 1916 publicó Introducción al psicoanálisis.
En
1923, le fue diagnosticado un cáncer de mandíbula y hubo de someterse a
la primera de una serie de intervenciones. Desde entonces y hasta su
muerte en Londres el 23 de septiembre de 1939, estuvo siempre enfermo,
aunque no decayó su enérgica actividad. Sus grandes contribuciones al
diagnóstico del estado de nuestra cultura datan de ese período (El
porvenir de una ilusión [1927], El malestar en la cultura [1930], Moisés
y el monoteísmo [1939]). Ya con anterioridad, a través de obras entre
las que destaca Tótem y tabú (1913), inspirada en el
evolucionismo biológico de Darwin y el evolucionismo social de Frazer,
había dado testimonio de hasta qué punto consideró que la importancia
primordial del psicoanálisis, más allá de una eficacia terapéutica que
siempre juzgó restringida, residía en su condición de instrumento para
investigar los factores determinantes en el pensamiento y el
comportamiento de los hombres.
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